viernes, 17 de octubre de 2008

Pregón Borriquita 1993


III PREGON DE EXALTACION A NUESTRO PADRE JESUS EN SU TRIUNFAL ENTRADA EN JERUSALEN Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO





Hermano Mayor de la Cofradía de la Triunfal Entrada de Jesús en Jerusalén, Junta de Gobierno, R.R. M.M. Dominicas, amigos todos.
He de agradecer las palabras del presentador, quien, guiado por su amistad exagera los adjetivos hacia el pregonero cuya única acreditación para éste acto ha de ser la de hermano activo de la Cofradía, cosa que me honra, y costalero de su Paso, lo cual me llena de sano orgullo.
Cuando en el mes de Septiembre, aún con las calores del verano, el hermano Mayor me comunicó la decisión de la Junta De Gobierno de nombrarme pregonero de la Cofradía de la Borriquita, me puso muy fácil el aceptarlo, y digo fácil porque estoy convencido de que es muy sencillo hablar a unos amigos como vosotros de algo que se conoce desde dentro y, aún más, se siente como propio. Decía fácil, pero también a la vez difícil; difícil porque supone una responsabilidad para con la Cofradía y más por ser ésta la primera vez que el pregonero se dirige a un público tan numeroso. Pero una vez aceptada la misión, mi labor era redactar el Pregón. Y me acordaba de nuestros hermanos Rafael y Agustín, que ocuparon ésta tribuna. ¿Qué podría aportar de novedoso a lo tan bien expresado por estos queridos hermanos? ¿Qué enfoque darle a éste Pregón? Entonces me surgió la idea de realizar el Pregón desde un particular punto de vista…. Puesto que soy costalero del Paso ¿Por qué no hacer un Pregón desde la perspectiva - desconocida para muchos – de quien vive el desfile procesional bajo el manto de Nuestro Señor? Pero no es mi intención hacer un Pregón del costalero, sino el Pregón de un costalero, no para los de abajo, sino desde debajo de los varales hacia fuera. Y ha sido guiado por ese empeño como me he atrevido a cantar a esta mi muy querida Cofradía de la Borriquita, guiado por corazón más que por mis torpes palabras, porque en definitiva un Pregón ha de ser ante todo como una saeta en laque se ponga todo el sentimiento para cantar la Gloria de Ntro. Señor, para expresar públicamente nuestra Fé en Él y para recordar a todos el vivo ejemplo de hermandad cristiana que debe ser nuestro quehacer cofrade, día a día. Por ello, y significando mi enorme gratitud paral a Junta de Gobierno al haberme permitido tan alto honor, deseo pediros perdón anticipadamente por la torpeza de mis palabras, rogándoos que las juzguéis tan solo con vuestro corazón de cofrades motrileños.
Domingo de Ramos. En el aire flota un olor a melaza y a claveles. Jesús se apresta a entrar en el corazón de Motril como todos los años, en el eterno episodio de su paso por la tierra. Es muy de mañana y nadie aún ha percibido el gran acontecimiento que se avecina; nadie no, solo Ella lo sabe, y se ha subido a una atalaya para serla primera en contemplar el Triunfo de su Hijo. Será la primera en verlo, será la primera en batir las palmas y los olivos con sus manos, porque es la primera en seguirlo, porque es la primera en amarle, porque es la primera de todos nosotros, porque es nuestra Virgen de la Cabeza.
Desde muy temprano hay actividad en el patio del Colegio. Una actividad casi silenciosa – las RR. MM. Dominicas necesitan ese silencio para su oración -. Aquí, varios hermanos pinchan los claveles, allí llegan otros con los faldones del Paso, con las palmas, con la Cruz de Guía….
Todos concentrados en su labor, pero todos levantan los ojos al cielo de cuando en cuando, para ver para ver pasar esa nube que nadie desea en este día. Por la puerta entreabierta asoman a cada momento hermanos, curiosos, por ver la Sagrada Imagen; también costaleros, impacientes para revisar por enésima vez su lugar bajo los varales.
Es mediodía y ya se han dado los últimos retoques, Cecilio ha colocado en su justo sitio ese clavel que se resistía; ya es mediodía y todo ha quedado en silencio, parece como si Jesús hubiera mandado a sus discípulos a la ciudad: ¡Avisad de mi llegada!
Jesús, entretanto, permanece solo en el patio de Santo Domingo.
Comienza a caer la tarde y de nuevo se abren las puertas del patio. Llegan los primeros nazarenos, siempre son los niños, hoy es su día grande en la Pasión. Los costaleros, nerviosos, impacientes, se arremolinan en pequeños grupos, esperando la llamada del capataz; es hora debrocas y de recuerdos del pasado año.
Tan solo queda media hora para la salida. La Junta de Gobierno va y viene, organizando los tramos; donde tiene que ir el Estandarte, donde los mayordomos; ¿Y los niños hebreos?
Entretanto el capataz y el contraguía han repartido las fajas a la cuadrilla, y se puede ver a los más veteranos ayudando a los nuevos costaleros a ceñirse el lienzo azul alrededor de la cintura. Ultimo ensayo, los costaleros, colocados en la misma disposición que dentro de diez minutos ocuparán bajo el Paso, repiten por enésima vez los movimientos acompasados de las marchas procesionales, - durante los dos meses anteriores hubo lugar para bromas y diversión - , ahora ya es tiempo de concentración y silencio. Habla el capataz: “! Todos abajo ¡” cada cual conoce su lugar y 39 motrileños están ya preparados para llevar a Jesús por las calles de esta Jerusalén andaluza y eterna. Antes de la primera levantá el Hermano Mayor alza los faldones del Paso y comienza un Padrenuestro que es secundado por la cuadrilla. Suena el martillo, una, dos, tres veces, a la siguiente, arriba, muy despacio. Para el costalero ya ha comenzado su Estación de Penitencia.
Unos metros más adelante se han abierto de par en par las puertas del patio. Sale la Cruz Guía. ¡Que acertado nombre!, porque al igual que en nuestros desfiles procesionales la Cruz ha de orientar nuestro camino a través de la vida, en días como este, de júbilo, y en días de Pasión como los que seguirán al Domingo de Ramos.
La gente, Motril todo, se arremolina en la Avda. de Salobreña para aclamar a Jesús; hasta las palmeras de las Explanadas se mueven con suave brisa haciendo subir más alto las alabanzas: ¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Ya llégale paso a las puertas del patio, ya va a entrar Jesús en la calles de Motril, el calor comienza a sentirse bajo los varales porque el sol no ha querido estar ausente de éste gran suceso, ¡Jesús está aquí, Dios está con nosotros! ¡Hosanna al Hijo de David!
Nada mas entrar en la ciudad Jesús se ha encontrado con su Madre. Ella estaba allí desde muy temprano y ahora puede verlo, lleno de triunfo y vitoreado por las gentes, Maria desde el Cerro experimenta una alegría confusa, porque sabe la debilidad de los hombres, porque conoce que los vítores de hoy mañana se tornaran en rechazo, cuando sea la pasión quien salga al encuentro de su Hijo.
“Dejad que los niños se acerquen a Mi”. La Borriquita es sin duda la Cofradía de los niños, tal vez porque desde la inocencia no se puede percibir la angustia y la tragedia de los episodios de la Pasión que nos quedan por vivir y en cambio, desde esa inocencia, se llega mucho más fácilmente al Corazón de Jesús. Y así los podéis ver, los mas pequeños ataviados a la usanza hebrea, resistiendo a golpe de ilusión, el largo recorrido de la Estación de Penitencia, negándose a abandonar su sitio, cuando sus madres piensan que pueden estar cansados; los mas mayores, vistiendo ya el hábito nazareno y sobrellevando el peso de una palma que siempre es mayor que ellos. Son los niños de la Borriquita, fermento y escuela de futuros cofrades motrileños. ¡Cuidémoslos como se merecen ellos y nuestra Semana Santa ¡
Los de abajo vamos como en una nube, aunque ya empieza a sentirse el calor y el peso sobre los hombros. Comienza una chicotá y la banda rompe con una de las marchas que durante tanto tiempo hemos ensayado, se trata ahora de no perder el compás, de que el Paso flote sobre la calle y que el monte de claveles sea una alfombra de pétalos durante todo el recorrido; suena de nuevo el martillo: ¡A ésta es, valientes! ¡Tós por igual! Y el Señor continúa su camino.
El Paso se asoma a la Avda. S. Agustino allí los árboles se inclinan ante Jesús queriendo unirse, ellos también, a la alegría del pueblo; suena Hermano Costalero cuando legamos a la Iglesia de la Victoria, todas sus campanas comienzan a tañir y ya no se escucha la música tras el Paso, ya la música viene de arriba, y el costalero siente la emoción que viene de afuera, y traspasa los respiraderos, y se mete entre los varales; hay un diálogo callado y continuo entre el pueblo y el Paso, un diálogo que habla de sentimientos y de Fé, y la gente ve reflejado en el esfuerzo costalero sus diarios esfuerzos, sus penas y sus trabajos; pero también se establece un diálogo en la alegría; y ésta sale de abajo, de la inmensa e inexplicable alegría de llevar el Paso por las calles; decidle a un costalero que os explique como es eso, que se siente estando debajo, todos os dirán lo mismo: Hay que estar ahí, respirándole aire enrarecido, sudando como suda un minero o un peón del campo, doblándosete las rodillas con el peso, animando al compañero que tienes delante: “vamos que esto no pesa” ¡Que ya mismo estamos en la calle Nueva! ; sintiendo la respiración del de atrás en la nuca, mirando por entre la rejilla a la gente, o para cerciorarte de por que calle estamos pasando: Oye, Manolo, ¿por donde vamos?, a veces se pierde la noción del tiempo y del espacio; avisando del terreno: “agua por la derecha”, “bache en el centro”, “ahora os va el peso por la izquierda”, y solo se oye la voz del Contraguía: ¡Chiqui, llámate un poco, la derecha atrás!; y más sudor, y mas peso, y mas ilusión, y mas alegría…
No te importe costalero
Lleva a tu Paso sencillo
Con igual Fé e ilusión
Que Motril está esperando
De Jesús su bendición.
Calle Ruiz. Lo que momentos antes era algarabía, tañir de campanas y muchedumbre, se ha convertido en calle silenciosa, estrecha, como de Vía Dolorosa, hasta llegar el Señor de Junes. ¡Que misteriosa Imagen! ¡Cuantas historias de Fé y oración en ese pequeño cuartito! Es desde éste lugar donde el desfile se hace más íntimo, mas interior, mas profundo, en estas calles viejas de Motril; y eso lo percibe el costalero, que dolorido ya por el peso de su cruz, se funde con los varales, se recoge en si mismo y ya no piensa en nada más que en lo que está arriba.
No te duela, costalero,
el peso que llevas tu,
que más sufrió el que tu llevas
cuando cargó con su Cruz.
Para un costalero de la Borriquita no hay calle más cofradiera que la calle de San Francisco. Decía un querido hermano, aludiendo a otra calle y a otra cofradía, que las paredes se abrían cuando llegaba el Señor; en la calle de San Francisco ocurre exactamente lo contrario. Cuanto trabajo cuesta impedir que roce el Paso con la cal de sus fachadas, cuando la acera se te mete bajo los pies y de reojo vas mirando las paredes y a esa mujer que, entrepuertas de su casa, mira a su vez la Imagen, con lágrimas en los ojos y una oración en los labios. Y se me figura que es esa estrechez de esta calle y de la Puerta de Granada como el corazón del hombre, que no deja pasar a Jesús, y que El va abriéndose paso, sorteando esquinas, saltando aceras, hasta conquistarlo, como conquista Motril cuando el Paso llega al Templo de la Encarnación:
¡Que pena que la Mayor
tenga las puertas pequeñas,
que si grandes las tuviera
las hermandades harían
su Estación de Penitencia!
La calle Comedias es y será por muchos años la calle de la Cofradía, será mientras en el recuerdo de muchos de nosotros perdure la hermandad, el calor y tantos momentos vividos en ésta humilde casita que nos albergó durante mucho tiempo. Una casa en la que se vivía la hermandad, la hermandad pasionista, pero también apasionada, como es el corazón de todos los cofrades motrileños. Calle de la Cofradía y calle de milagros, ahora pasa Jesús y pasa sanando enfermos, del cuerpo y del alma, consolando a los afligidos, repartiendo esperanzas e ilusiones a sus hijos. Calle Comedias, tan estrecha, tan tortuosa, tan pequeña y, sin embargo, que llena estás de vida, de espíritu cofrade, de vivencias cofradieras, de vida cofrade durante todo el año. Las reuniones de los sábados, cuando el la sobremesa, alguien cogía una guitarra y todo el mundo participaba en la alegría de estar juntos. Ese nacimiento que en Navidad los niños iban a ver, asomados por las rejas de la puerta. La fiesta de la Cruz, con sus sevillanas y la algarabía en la calle, y , por último, en Cuaresma, preparando las palmas, bruñendo los faroles y la Cruz Guía, verdaderamente fue una Casa de Hermandad.
Jesús de Jerusalén
hace un alto en el camino
cuando por Comedias pasa,
y es que no puede olvidar
que aquel rinconcito fue,
en cierta ocasión, su casa.
El Paso continúa su camino, los costaleros confortados por el agua se disponen a seguir con su particular Estación de Penitencia; es la calle Comedias la de más difícil tránsito para el Paso, los cuatro pateros deben mirar hacia fuera para calibrar que la canastilla quede exactamente a medio centímetro de las esquinas. Tan solo se escucha al Capataz y al Contraguía dando las órdenes para cuadrar el Paso que, lentamente, va salvando una curva, luego otra, y para terminar la calle, un estrechamiento donde las flores de los laterales se aplastan contra las paredes, dejándolas impregnadas de su aroma, como un presente de Jesús de Jerusalén al Soberano Señor de los motrileños.
El paso enfila ya la calle Cruz de Conchas, cuesta arriba, como si de un Calvario se tratase; sin darnos cuenta se nos ha hecho de noche; la calle en vaguada hace que el peso lo soporten los laterales, pero los fiadores y corrientes, los del centro del Paso, no pueden quedar sin trabajo y agarrados con ambas manos a los varales, levantan el Paso por encima de sus cabezas para igualarse con la altura de los laterales, y así, poco a poco, Jesús va llegando a la calle Nueva.
Desde mucho rato antes, la gente se ha ido concentrando, entretanto el Hermano Mayor ha acudido a solicitar la venia para entrar en la Carrera Oficial, los responsables de organizar las filas de nazarenos van dando instrucciones: Guardad la distancia con el de delante, no os paréis, no miréis para atrás….
La Cruz Guía asoma por la esquina de la calle Chispas, escoltada por dos nazarenos. Cumplimentadas las formalidades, puede entrar la Cofradía en la calle Nueva. Los niños, casi nos habíamos olvidado de ellos, siguen ahí, algunos traen ya ojos de sueño, pero también ellos son conscientes de que éste es un momento importante, todo el pueblo se ha congregado aquí para alabar al Señor, a su Señor de la Borriquita.
La Cofradía entra con gran estrépito en la calle Nueva, cornetas y tambores anuncian el paso de Jesús. Bajo los varales es el momento de mayor inquietud, imaginaos, todo un año pensando en que llegue este momento, dos meses de ensayos para plasmar ese trabajo en diez minutos. Por debajo no se oyen más que palabras de ánimo, apoyándonos unos a otros, con una sola idea común, que todo salga bien. El Capataz da las últimas instrucciones, pues durante la Carrera Oficial no podremos escucharlo. Ya todo depende de nosotros, de nuestra concentración y de nuestra voluntad de hacerlo bien. Suena el martillo, uno, dos, tres, ¡a esta es! Se levanta el Paso. Campanilleros. La derecha adelante, la izquierda atrás, poco a poco, sin correr, ya está el Paso cuadrado en la calle Nueva, ahora es tiempo de escuchar la música y de oír a Manolo que desde el centro mismo va avisando de los distintos cambios de paso. Aunque vas totalmente concentrado, no puedes evitar una mirada a la acera; realmente toda la ciudad está aquí para ver a Jesús. La música sigue sonando, parece que nunca haya sonado mejor, y te preguntas: ¿qué hago yo aquí? Si a mi me gustaría estar a la vez ahí fuera, en la acera, viendo como se mueve el Paso, mirando a Jesús, que hace tanto tiempo que no lo veo! Llega el Paso a la Tribuna Oficial , han quedado atrás el calor y al cansancio, el dolor en los hombros y en las rodillas, verdaderamente es con la ayuda del que va arriba como se puede hacer esto. La gente aplaude a Jesús, de nuevo comienza la banda a tocar, es increíble, pero ya no estoy cansado, es el Señor de la Borriquita quien mueve el Paso.
Atrás queda el momento más bullicioso – que no el más emotivo – del desfile, la Cofradía se encamina de regreso a su patio de la Monjas. Para los de abajo ha pasado ya la tensión, los nervios y , ¿por qué no? El miedo de que algo fallara, y se abre un paréntesis en su entusiasmo, que aprovechan para recobrar fuerzas, para tomar un relativo respiro en su esfuerzo y también para comentar, por lo bajo, como ha salido este o aquel cambio de ritmo, o alguno que otro, para hacer notar su fatiga. Las últimas chicotás son una mezcla extraña de desasosiego y de impaciencia. Desasosiego porque se adivina el final del desfile, pasada la calle Nueva, y de impaciencia porque también se presiente el momento sublime y único del encierro.
El paso llega de nuevo al pie del Cerro, de nuevo se encuentra Jesús con su Madre, y ahora Maria ya sabe que será la última vez que verá a su Hijo aclamado por el pueblo; que cuando vuelva a encontrarlo será en el camino del Calvario, abandonado por todos los que ahora le vitorean y alaban.
El triunfo de Jesús por estas calles de la Jerusalén motrileña es solo un presagio de su Triunfo mayor, su Triunfo sobre la muerte, pero para ello será preciso beber el Cáliz que le aguarda muy cerca de aquí, y pasar el trance de todos y cada unos de los Misterios de su Pasión, que, el corazón de esta Andalucía ha sabido desde siempre mas próxima, más humana y ha hecho de su recuerdo y representación algo propio, cercano, sentido en lo más profundo.
Es noche cerrada y el pueblo de Motril espera la llegada de Jesús. Los nazarenos van entrando en el patio. Casi todos los niños han conseguido su propósito, terminar la Estación de Penitencia. Sus madres vienen a recogerlos y salen nuevamente a la calle para esperar al Señor.
Ya asoma el Paso por la esquina. El corazón costalero late con más fuerza y este pregonero no ha entendido jamás la razón de esa inexplicable ansiedad, porque es entonces cuando todo el cansancio acumulado de varias horas desaparece, el dolor en los hombros ya no existe, todo ha quedado detrás de esa última esquina. Le pedimos al Capataz que la banda toque una determinada marcha, que sin saber por qué todos hemos querido. Es la última levantá del Domingo de Ramos, suena el martillo, una, dos , tres, si te acercas a los respiraderos es posible que oigas el latir de un solo corazón, con más intensidad que nunca; un momento que se hace eterno hasta que suena el cuarto golpe del martillo, el Paso se sostiene apenas sobre el suelo y ¡quinto! ¡Al cielo! Suena Nuestro Padre Jesús y el Señor de la Borriquita se dirige a su casa.
Los costaleros salen fuera, sudorosos, los rostros reflejan el esfuerzo pero sobre todo, la felicidad de haber terminado un año mas la maravillosa tarea de llevar a Jesús por las calles de éste Motril nuestro.
Tiene en su corazón la Hermandad de Borriquita una ilusión, un deseo, una esperanza: la de ver hecha realidad la aspiración de que Nuestra Señora del Rosario acompañe a su divino Hijo en la Estación de Penitencia. Y éste pregonero, que comparte esa ilusión. Quiere, para finalizar, contaros como se imagina que será la madre de Dios del Rosario.
Morena tiene que ser
nuestra Madre del Rosario,
que el sol la pondrá morena
cuando la vea en el patio.
El manto azul que la vista
tendrá estrellas como soles
y en los varales del palio,
los rosarios serán flores
que como campanas suenen,
cuando su figura pase
por este pueblo que tiene
para darle, solo amores.
Que es hija de nuestra vega
con su sol y con su caña
se le nota a nuestra Madre,
en su andar de motrileña.
Madre de Dios del Rosario,
la del gracioso perfil,
pronto queremos ver
tu fino talle paseando
por nuestro MUCHO MOTRIL.
He dicho.

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